La construcción de la imprenta moderna aproximadamente en 1440, por parte
de Johannes Gutenberg, ayudo a abrir el camino para que la edad de los
descubrimientos surgiera, para así contribuir al desarrollo de la educación; siendo
este método el más efectivo para reproducir textos, sin necesitad de que el
autor escriba nuevamente su manuscrito y poder compartirlo con la sociedad.
Antes de que este invento naciera, los escritores medievales que querían
compartir o difundir sus libros, tenían
que reescribir de nuevo el texto; comúnmente eran frailes o monjes los
encargados de esta tarea, haciendo replicas por encargo del clérigo, reyes o de
la nobleza. A pesar de que algunos monjes no sabían leer ni escribir,
simplemente copian o imitaban los signos que en algunas ocasiones ni entendían,
se les llamaba copistas; esto era fundamental cuando se trataba de copiar un
libro prohibido sobre medicina o sexo. Duraban casi 10 años en este proceso.

La invención de la Imprenta se difundió rápidamente por todo Europa, estableciéndose
por todo el Imperio Romano en 1460, llegando a países como Italia, Inglaterra,
Francia, los países Bajos, España y Europa oriental. Venecia fue el centro de
imprenta más famoso que albergaba alrededor de 100 impresores que produjeron
casi dos millones de volúmenes. Ya para el año de 1500, Europa contaba con más
de mil impresores que publicaron más de 40.000 títulos con 8 o 10 millones de
copias. Publicaban libros bíblicos, clásicos griegos y latinos, gramática
medieval, manuales de leyes, filosofía y novelas romances que crecían con el
transcurso de los años.
Fuente:
J. Spielvogel. 2009. Historia
Universal. Civilización de Occidente. (Séptima edición). México D.F.
Thomson/ Wadsworth. Pág. 355
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